Ramón saludó a dos tipos que estaban sentados en el piso y a una chica de pelo negro que había visto alguna vez por ahí, pero de la cual no sabía más que el nombre. La chica no estaba nada mal, le dijo hola y se sentó casi tirándose como con pereza. Dijo alguna cosa y se quedó callado. En eso, la chica empezó a hablar frenéticamente y a soltar un chillido que parecía la tos de un perro en sus últimas: su risa.
La chica no podía contener su boca, parecía que si se la tapaban, su cabeza estallaría en mil pedazos. De inmediato, Ramón sintió una leve pesadez e intuyó que aquella chica se creía una loquita, de esas que imitan a esos loquitos alucinados y que sólo desarrollan un estilo dependiendo de con quién anden o de quién estén interesadas. Ramón detestaba especialmente este tipo de chicas...
febrero 08, 2008
febrero 07, 2008
I dote on my self, there is that lot of me and all so lucious,
Each moment and whatever happends thrills me with joy,
I cannot tell how my ankles bend, nor whence the cause of my faintest wish,
Nor the cause of the friendship I emit, nor the cause of the
friendship i take again.
Walt Wihtman- Song of my self - (24)
Each moment and whatever happends thrills me with joy,
I cannot tell how my ankles bend, nor whence the cause of my faintest wish,
Nor the cause of the friendship I emit, nor the cause of the
friendship i take again.
Walt Wihtman- Song of my self - (24)
Conie estaba terriblemente aburrida con el silencio de Charlie. Sentía escurrirse el tiempo en una lentitud exasperante e inútil. Empinaba y bajaba la planta de su pie derecho frenéticamente y miraba, distraida, una de las uñas de su mano. Para sus adentros se decía -siempre hacemos lo mismo... qué rutina... qué desasón...- Cada vez se sentía más abatida y desesperada.
Charlie la miraba y comprendía, pero no decía nada.
Conie quien vivía sedienta de intensidad y locura (porque su vida le parecía plana e infructifera), no pudo contener un gesto electrizado de desdén y resignación a pesar de su amor por Charlie. Charlie vio entonces el inefable fin del idilio y dijo, así como había hecho tantas otras veces, lo siguiente: - Sabes, yo nunca me aburro. Sufro mucho, no puedo negarlo, pero todo me inspira alegría. Tú especialmente alivias mi alma, la llenas de tu voz y de tu cuerpo. Disfruto inmensamente tu presencia. Al lado tuyo el mundo es un lugar más acogedor, la música resuena con más gracia y las cosas se tiñen de sentidos que no me figuraba. No importaba que no fueras grande, que no tuvieras grandes ideas, porque siempre fuiste más que extraordinaria, siempre fuiste más que suficiente. Sufriré, pero mi alegría crecerá. Será como una llamarada eterna.-
En ese momento Charlie la mira con infinita bodad y le dice suavemente, como quien siente la mayor ternura -nunca más-
Charlie la miraba y comprendía, pero no decía nada.
Conie quien vivía sedienta de intensidad y locura (porque su vida le parecía plana e infructifera), no pudo contener un gesto electrizado de desdén y resignación a pesar de su amor por Charlie. Charlie vio entonces el inefable fin del idilio y dijo, así como había hecho tantas otras veces, lo siguiente: - Sabes, yo nunca me aburro. Sufro mucho, no puedo negarlo, pero todo me inspira alegría. Tú especialmente alivias mi alma, la llenas de tu voz y de tu cuerpo. Disfruto inmensamente tu presencia. Al lado tuyo el mundo es un lugar más acogedor, la música resuena con más gracia y las cosas se tiñen de sentidos que no me figuraba. No importaba que no fueras grande, que no tuvieras grandes ideas, porque siempre fuiste más que extraordinaria, siempre fuiste más que suficiente. Sufriré, pero mi alegría crecerá. Será como una llamarada eterna.-
En ese momento Charlie la mira con infinita bodad y le dice suavemente, como quien siente la mayor ternura -nunca más-
Suscribirse a:
Entradas (Atom)