diciembre 26, 2007

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Hace poco encontré una máquina de escribir vieja y polvorienta que pertenecía a mi madre y que no recordaba desde hacía ya mucho tiempo. Era encantadora. Las teclas se me parecieron a una enorme sonrisa dentada y dispuesta, la cual no pude resistir. Empecé a teclear rabiosamente al instante. Así como tantas otras noches, me sentía de lo peor. Es tan corriente esa sensación de miseria que ya ni le atribuyo alguna causa aparente, simplemente la dejo pasar con desagrado, aunque siempre tratando de atenuarla con cualquier cosa que se me ocurra, como cuando por primera vez comí rellena. El inmundo sabor no se borraba da mi lengua así lo probara todo. Llegué al extremo de comer pasto y arroz con leche para pasar la podredumbre. La cosa siguió así varios días. Con lo otro, lo común es que escriba algunas líneas rápidamente y en desorden, prenda la tele, me haga una larga y reconfortante paja (con porno por supuesto) y dependiendo del día y la hora, llamo a algún amigo o amiga, que me recuerde que las cosas no están tan mal y que aún se puede reír y beber sin que el trago sepa tan amargo.

La máquina se ha convertido en una extensión de mi cuerpo (por las noches). Luego de varios ensayos improvisados salió esto: !una buena follada joder!

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